Nuestro
artículo anterior (¿Cómo cambiar este régimen?)
produjo un buen número de comentarios. En ningún caso se
descalifica la proposición pero se plantea interrogantes
que nos parecen válidas y que contribuyen a enriquecer el
debate. En los puntos que siguen y en apretada síntesis
respondemos a las cuestiones apuntadas.
1) Hay
quienes consideran que no se debe actuar con apego a la
ley: ¿Cómo es posible profesor que usted haga una
propuesta en el marco de la ley, que proponga organizar
al colectivo en grupos, equipos de trabajo, células
democráticas ateniéndose al derecho a la libertad de
reunión y expresión? ¿Olvida usted que en este ambiente
abunda el fanatismo oficialista siempre dispuesto a
enfrentar cualquier manifestación que provenga del
adversario? ¿Por qué deja de lado otras formas de
organización?
2) Mientras
el régimen utilice el conocido barniz democrático, es
válido actuar en el llamado marco de la constitución y las
leyes. La libertad de expresión-reunión ha sufrido
amenazas y ataques. Pero el régimen tiene necesidad de
venderle a la comunidad internacional que aquí esos
derechos se conservan intactos.
Por ello
conviene su utilización sin que eso signifique un aval o
una manifestación colaboracionista. En este momento, en
consecuencia, no parece necesaria la forma clandestina de
organización. Porque en la medida en que se estructure el
colectivo, al fanatismo le será muy difícil lograr todo
tipo de presión, intimidación o inhibición.
3) Y nos
exigen una precisión: ¿Por qué usted no se suma a quienes
están haciendo un llamado a la insurrección ya?
Consideramos que es muy importante el intercambio de ideas
con los proponentes del tema, entre quienes se encuentra
el doctor Herman Escarrá.
Pensamos
que llamar a la insurrección, a la lucha frontal en este
momento y circunstancias puede favorecer los planes del
régimen que se presentará, una vez más, como una especie
de víctima obligada a responder para hacer respetar “la
constitución y las leyes”.
Y en este
sentido seguirá recordando que la suya es una revolución
pacífica pero violenta y que podría sentirse muy ‘dolido’
por tener que cumplir con la obligación de tomar medidas
drásticas. En la actualidad no existe en este ex-país la
más elemental estructura que pueda hacer frente al
‘aparato de seguridad’ del oficialismo y a su Estado
boliburgués.
4) Para los
conductores del ‘proceso revolucionario’ y en particular
para el GP la violencia es inevitable. Para él (ABM,
Habla el Comandante. Caracas, CPT, l998, p.461)
todo esto es una guerra y se trata de ir ganando cada una
de las batallas. Ahora hablará de la batalla final por la
implantación del socialismo del siglo XXI o a la cubana.
La respuesta a este arsenal debe ser elaborada e
instrumentada por el colectivo. De lo contrario seguiremos
presenciando las mismas derrotas del pasado.
5) Un
movimiento que enfrente a este régimen está obligado a
actuar en forma pacífica, a conciencia de que puede ser
sobrepasado y obligado a tomar otras decisiones. Sin esa
acción, todo llamado a una insurrección ya significa crear
falsas expectativas y llevar a la gente a un terreno para
el cual no tienen preparación. Una decisión de tal
envergadura, por demás, tendría que ser una materia
generada por el colectivo. De no ser así, se sigue bajo
el privilegio de “la vanguardia”.
6) Es
importante señalar que si hoy se hace inevitable
reflexionar sobre los llamados ‘procesos revolucionarios’
también se hace obligado decir qué se entiende por
insurrección.
En los
términos de la conocida ‘ortodoxia’ se dice que las
insurrecciones se planifican, organizan e impulsan. Pero
nadie sabe previamente dónde llegan y, en definitiva, a
quiénes benefician. Cuando pensamos en casos como el ruso,
chino, camboyano, vietnamita, coreano o cubano, no tenemos
elementos para ir más allá de la valoración del
desastre-tragedia.
7) El tema
de la inmediatez ocupa muchos mensajes. Una lectora
sintetiza el asunto de esta manera: ¿Entonces hay que
esperar que el colectivo adquiera conciencia y actúe como
una comunidad de hombres y mujeres completos para pensar
en quitarnos de encima este régimen totalitario? ¿No se
contribuirá también de este modo a mantener a este nefasto
gobierno?
8) Y se
agrega: El cambio de gobierno debe ser ya y en forma
rápida y sencilla. La formación y organización del
colectivo es algo que lleva tiempo. Y si seguimos
esperando el régimen se afianza más. No importa lo que
venga, con tal y salir de esta atrocidad.
9) Este
discurso de la inmediatez y la desesperación no puede
producir ningún resultado afortunado. Si aquí prosigue el
ciclo caudillista-positivista seguirá en el mando-poder
cualquier Guzmán Blanco, Juan Vicente Gómez o Rómulo
Betancourt. Sólo cambiando la concepción histórica que ha
prevalecido hasta el presente y llevando al colectivo a la
condición de verdadero agente de la historia, se podrá
pensar y concebir otra realidad, otros tiempos, otros
hombres y circunstancias.
10) La
fuerza-potencia, presión y proyección del colectivo es la
única arma que garantiza un futuro diferente. Insistimos:
no hay un arma más fuerte y firme en la actualidad que
revivirle la fuerza-energía al colectivo. Su potencialidad
y capacidad aún no ha sido medida ni ejercida, porque
jamás se ha logrado ni conciencia ni organización capaz
de darle la palabra y la posibilidad de acción para la
construcción de la historia a la que aspira.
Ya no será
el régimen de un hombre y su entorno sino de y para una
sociedad. Entonces real y verdaderamente desaparecerá la
llamada representación. El poder existirá al margen de un
mandatario que se lo abroga para adquirir con el mismo
cuanto privilegio sea posible.
Actuará, no
esgrimido como un bando-instrumento al servicio del
autoritarismo, sino como una síntesis para la historia que
habrá de ser. Se trata precisamente de poner en
movimiento las fuerzas inéditas de la sociedad, cuya
capacidad de creación, inventiva, imaginación son claves
para una batalla desigual y perversa.
11) Un
último grupo plantea que ya no hace falta análisis,
discusiones ni líneas táctico-estratégicas. Todo eso es
inútil. Lo único que aquí paga dividendos es el
radicalismo que esté conteste en que a la culebra se le
mata por la cabeza. Inevitable marcar distancia con este
planteamiento del absurdo-desesperación. Este es un
procedimiento igualmente positivista. Es la mayor
afirmación de que la historia es el producto de un
héroe-caudillo.
12) Hay
quienes consideran que no se debe poner a un lado a ‘las
oposiciones’. Consideramos que el deslinde debe ser tanto
con los dirigentes de esas fuerzas del pasado que hoy
actúan como colaboracionistas, como con el régimen en
todas sus instancias.
Hay quienes todavía festejan la unidad
nacional lograda alrededor de la candidatura de Manuel
Rosales. Fueron agentes del engaño, de la compra-venta.
Por ninguna parte hemos visto una revisión crítica de lo
actuado el 03D-06. Juntarse con esta dirigencia
politiquera carece por completo de sentido para quien
piensa promover una política diferente. Organizar el hoy
y el mañana es un compromiso impostergable para forjar una
historia en la que el colectivo sea el verdadero actor y
beneficiario.
abm333@gmail.com