La
matriz de sentido dominante en el cuerpo de planes y
programas educativos que conforman el nuevo currículum del
régimen depredador, extensivo a los pensa de estudios,
objetivos por grado y a la teleología o fines últimos del
sistema escolar, es la de introducir una versión simpática
del socialismo y, al propio tiempo, suprimir todo vestigio
de espíritu ilustrado, es decir, suprimir la crítica y
aquello que definía Kant como lo propio del sujeto moderno:
“atreverse a pensar” o sencillamente pensar por cuenta
propia, hacer uso público de la razón, sin tener que atender
por vía de la obediencia el tutelaje de un libro, un
sacerdote o de un jefe burocrático, mucho menos las
ocurrencias delirantes de un déspota en el ejercicio del
poder temporal.
Lo primero que salta a la vista de una lectura sintomal de
aquel texto dirigido a implementarse sin discusión, es que
se ofrece una visión triunfal y simpática del socialismo que
no se corresponde con la realidad histórica. Se habla allí
de socialismo como si fuera un punto de llegada muy bueno,
un horizonte de realizaciones, sin tomarse la molestia –como
de costumbre en estos tiempos- de someter al análisis las
experiencias colapsadas de los regímenes socialistas en el
mundo trocados en totalitarismos. Es así como en los
programas educativos para quinto año se pretende colar el
término socialismo del siglo XXI, pero no se registran los
datos y coordenadas de los modelos históricos de socialismos
colapsados. No hay el menor intento de cotejar la vida del
individuo en aquel tipo de orden sistémico, sus rasgos y
características en relación con indicadores como
prosperidad, libertad y pensamiento. Esa manera de presentar
el socialismo “simpático y fraternal” representa una visión
sesgada de la historia, una postura ideológica que lejos de
ilustrar tiende a la deformación interesada.
En este contexto de socialismo simpático se recuperan
términos que son comunes en las peroratas dominicales:
desarrollo endógeno, fundos zamoranos, bolivarianismo,
habitan los programas de los años finales de la educación
primaria, se filtran asimismo un cierto halo de
etnocentrismo indígena y afro descendiente como si
deberíamos abrigar reticencias con respecto al componente
europeo de nuestro mestizaje. En los programas de ciencias
sociales son cardinales los elementos de propiedad social,
comunal y colectiva en desmedro de la propiedad privada,
pero como en el anterior caso del socialismo, ni por asomo
se insinúa un registro comparativo entre sociedades
históricas de propiedad colectivista y las de propiedad
privada. El arcaísmo colectivista (el individuo como parte
de un organismo) ronda por todas partes el discurso
curricular. En el fondo lo que gravita es la intención de
satanizar toda forma de propiedad privada.
Llama la atención la desaceleración en el abordaje de
ciertos temas de la historia venezolana. Es el caso del
fenómeno del caudillismo que dominaba buena parte de los
programas anteriores de ciencias sociales por los daños
ocasionados a la integración de la nación. Otros han
desaparecido por completo, tal es el caso de la dictadura
militar de Marcos Pérez Jiménez, lo cual es obviamente
sospechoso. El legado civil y la participación de los
estudiantes en momentos estelares de la historia han sido
suprimidos. Por ejemplo en ninguna parte se analiza las
luchas de la generación del 28. Igualmente pasa con el 23 de
Enero y el derrocamiento de la dictadura.
Otro síntoma preocupante en el bachillerato se centra en la
inversión premoderna donde la esfera militar mantiene
supremacía sobre lo civil. Un examen cuidadoso en los
programas arroja como dato recurrente a la Fuerza Armada
como institución fundamental. No aparece allí ninguna otra
institución del Estado, mucho menos de la sociedad civil,
como columna vertebral de la nación. Se privilegian
objetivos incardinados a la Fuerza Armada como garantes de
la defensa integral, soberanía, seguridad, organización
operativa, entre otros. El que se estudie la Fuerza Armada
no tiene nada de malo, pero que se pretenda que allí se
agota todo lo que el alumno debe conocer sobre el Estado y
su ingeniería institucional, la Fuerza Militar como “el alfa
y el omega”, introduce una seria distorsión si lo que se
pretende es formar un ciudadano. Pero no, esa no es la
finalidad del régimen, lo que pretende su teleología o
finalidad educativa es un ser obediente, sumiso, acrítico y
adoctrinado, marioneta del fundamentalismo ideológico y del
pensamiento único, encapsulado el “yo y su vivencia”, la
vivencia delirante y esquizoide del socialismo del siglo XXI.
angelferepist@cantv.net
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Profesor-Investigador en Epistemología y Filosofía
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