En
estos tiempos de derrumbe y de improvisación intelectual
agazapada por una avasallante retórica ideológica, no sería
desdeñable emprender una tarea teórica que permita
confrontar el socialismo en sus diversas caras con las
vertientes del pensamiento liberal y así atender el llamado
al debate frontal y sin cortapisas, por encima del consabido
chantaje que ubica al liberalismo como pensamiento de
naturaleza conservadora. Se trata entonces de asumir el
espíritu del debate sin contemplaciones, sin el miedo de
cierta oposición que enganchada al discurso efectista sobre
lo social del régimen depredador, no se atreve a argumentar
desde el lugar diametralmente opuesto, por el mero temor a
ser etiquetada de derecha.
Sin embargo, pensamos que en la vertiente del liberalismo
hay una cantera inagotable para desmontar a fondo las
prácticas y discursos de las proclamas socialistas,
incluyendo la quincalla del socialismo siglo XXI que se
viene sosteniendo en Venezuela por la élite burocrática que
se ha hecho del poder. Es posible a manera didáctica
establecer siete ejes temáticos claves para interrogar al
socialismo, a saber: el individuo, la sociedad, el Estado,
el mercado, el pensamiento, el espacio público y el tema de
la libertad.
En la teorización socialista, mucho más en sus prácticas
sociales y modelos concretos de sociedad el individuo
desaparece en la medida en que es reabsorbido por una
colectividad sistémica que sirve al propósito de establecer
el carácter social de la producción y, al propio tiempo,
reducir la libre iniciativa individual como vía para imponer
desde arriba los fines de un “orden superior” encarnado en
el Estado que es el lugar donde se realiza lo universal, por
encima de lo particular. Pero, las proclamas socialistas se
han quedado en la crítica al individuo como átomo egoísta,
materialista, guiado por una racionalidad instrumental
inserta en su subjetividad por la sociedad de consumo. Más
hay allí un problema, y es que el individuo es también la
expresión de vida, soberanía, iniciativa, pensamiento y, por
tanto, subsumirlo por completo en la colectividad implica
suprimir sus más excelsas manifestaciones de cara a la
libertad como horizonte.
En este sentido, Comunismo y Nazismo, más allá de la creencia
de que se tratan de ideologías opuestas, tienen en común su
matrimonio con la comunidad arcaica, aquella en la que el
individuo es parte de un organismo, a contrapelo de la
sociedad moderna de los individuos particulares (Norberto Bobbio). En consecuencia, se oponen al individualismo y
comparten el organicismo social.
Por ello el pensamiento liberal ha insistido en un Estado
protector del individuo (Bentham), al tiempo que rechaza un
Estado con poder absoluto o sobredimensionado, pues al
individuo se le debe permitir todo, salvo que le haga daño a
otros (Stuart Mill).
En el tema de la sociedad parecen claras varias coordenadas
de contraste. En las sociedades socialistas se requiere
cierta estructura cerrada, monolítica, por las que
atraviesan redes de ordenamiento y control para perpetuar el
poder del Estado-Partido que aglutina a la élite burocrática
o política- militar gobernante. No hay indicios ni en la
teoría clásica ni en sus consabidas prácticas históricas de
rendijas por donde puedan colarse iniciativas de apertura.
En las sociedades democráticas de tendencia liberal, es
evidente el carácter de sociedad abierta a diversas
iniciativas individuales, a una amplísima gama de opciones y
de modos de pensar, donde el pluralismo es una cultura toda,
un ethos y un modo de vivir. Por esta vía se puede entender
además que los modelos socialistas incardinados a un
pensamiento único no pueden ser establecidos, sin una
policía política (W. Churchill).
Al propio tiempo, las sociedades abiertas por privilegiar la
soberanía del individuo, superponen el tema de la libertad
sobre la igualdad “En una sociedad abierta, la única
igualdad compatible con la libertad es la igualdad de
derechos” (Carlos Cáceres). Queda claro que los modelos de
Estado todopoderosos en conjunción con sociedades cerradas
son los que enfatizan en la igualdad, porque se pretende
construirla “desde arriba” pasando por encima de las
diferencias de inventiva, talento e iniciativa de los
hombres, con lo cual se le asesta un golpe seco a las
libertades individuales. Otra vez vuelve por sus fueros el
organicismo social, pretendiendo suprimir la riqueza de las
diferencias.
En el tema del Estado, el cotejo se hace más sencillo y
expedito. Marx nunca elaboró una teoría política, lo que si
dijo es que en una sociedad comunista el Estado tendería a
desaparecer. Más, la experiencia histórica indica hasta
ahora que los modelos socialistas reales han corrido parejo
con la conversión del Estado en un monstruo totalitario y
totalizador. Frente a ello el pensamiento liberal postula el
concepto de Estado limitado, por contraposición al Estado
absoluto. Es la doctrina de los derechos del hombre
elaborada por la escuela de derecho natural o iusnaturalismo,
según la cual el hombre tiene un conjunto de derechos como
el de la vida, libertad, seguridad etc.; que son
independientes de su voluntad y de la de otros y que el
Estado debe no sólo proteger, sino resguardar de la posible
intrusión o invasión de otros. Hasta ahora los modelos
socialistas en equivalencia con los totalitarismos del siglo
xx, han sido los más invasivos de esta esfera, hasta el
punto de que-represión aparte- se han configurado como
Estados absolutamente fastidiosos.
El asunto del mercado ha resultado espinoso para los
socialistas. Los clásicos del marxismo se pronunciaron por
la abolición del mercado por ser una suerte de engendro del
régimen del capital. Más tarde los exegetas postularon
socialismo de mercado para maquillar sus propuestas de
acuerdo a los cambios epocales. Hoy en día ya sabemos en que
consiste el socialismo de mercado donde el caso de China es
emblemático: mercado abierto capitalista y una burocracia
todopoderosa eternizada en el poder e indefensión para la
ciudadanía.
En cualquier caso, está palmariamente demostrado que el
mercado es insustituible en la sociedad moderna, es parte de
su anatomía y de su cultura y que los sofismas o
desperdicios retóricos que invocan el trueque o el
predominio del valor de uso como sustitutos del valor de
cambio, pasan por alto en forma crasa cien años de teoría
económica que han puesto en claro que el valor de los bienes
no lo determina el trabajo, sino la demanda, es decir, el
mercado, en un movimiento en el que inciden factores como la
escasez y hasta las expectativas de los sujetos económicos.
La ignorancia de esta realidad indiscutible fue la causa del
colapso de las economías socialistas centralizadas y
planificadas.
En los regímenes socialistas los tres grandes sacrificados
son el pensamiento, la libertad y el espacio público que son
muy caros a la democracia y al pensamiento liberal. No
existe espacio público allí donde todo de resuelve en la
carcajada de un déspota que pretende imponer un pensamiento
único. “Toda persona investida de autoridad o poder, está
obligada a justificar públicamente sus acciones, si no lo
hace, el poder es ilegitimo” (Kant, Bobbio, Viroli). No hay
pensamiento si no se puede hacer uso público de la razón, no
hay democracia allí donde la razón es acechada por vía de la
coacción, la amenaza o la persecución a la disidencia. Y, en
definitiva, no hay libertad, allí donde el Estado se
convierte en un intruso que pretende invadir hasta la vida
privada de los ciudadanos.
Parece claro que en Venezuela estamos en presencia de un
régimen de evocación socialista en feliz matrimonio con
caudillismo mesiánico y militarismo que se ha trazado como
meta consumar los funerales de la democracia y del
pensamiento liberal. Definitivamente, esto de socialismo
aparte de dinosaurio ineficiente, es también literalmente un
fastidio. Las conquistas liberales siempre han tenido su
Némesis en las dictaduras de derecha…también en el
socialismo, en ambos casos han sido ahogadas por el garrote…
de ello saben mucho los socialistas.
angelferepist@cantv.net
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Profesor-Investigador en Epistemología y Filosofía
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