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La Reforma constitucional: Socialismo Monárquico
por Angel Américo Fernández
martes, 11 septiembre 2007


El superdestinador heroico del mensaje “la mejor constitución del mundo” se convierte ahora en el gran proponente de la reforma. El defecto alegado para reformarla es  su escasez de socialismo y sus muy angostos lapsos de tiempo para el período presidencial que no han permitido profundizar la revolución. La verdad es que el socialismo aparte de que no se sabe lo que es, salvo las experiencias históricas que culminaron en aborto, no se establece por decreto, aunque este aspecto jurídico-procedimental puede convertirse en la clave para hacer colar un ambicioso proyecto de poder perpetuo y personalista. Y es que el socialismo, bien sea en la práctica o cuando es invocado por los actores revolucionarios, no ha podido deslastrarse jamás del tufo totalitario que lo impregna hasta los tuétanos y que queda plasmado en la actual tentativa adelantada desde el poder. 

La reforma que se está planteando en Venezuela, por su contenido, por los principios que altera, por los cambios que involucran la anatomía económico-política y por las desgarraduras mortales en el tejido democrático, implica de suyo yuxtaponer una constitución paralela o sencillamente dos espíritus constitucionales y serias contradicciones cohabitando en un mismo texto constitucional. Ello muestra, para empezar, que en caso de ser aprobada queda el camino abierto para cualquier cosa hasta el colmo del desmán y la arbitrariedad. En todo caso la realidad más palmaria es que los artículos objetos de modificación suponen un envite radical que altera las reglas de juego entre el individuo, la sociedad y el Estado y apunta a una desmesurada concentración de poder en manos de la institución presidencial, cuyos rasgos adquirirían carácter monárquico-despótico. 

En efecto, a la consabida falta de autonomía de los poderes públicos existente, se sumaría la reelección inmediata e indefinida del presidente, su control sobre el poder popular, el desmesurado aumento de sus competencias militares  y su nuevo papel como administrador del Banco central de Venezuela. Habría que preguntarse en verdad si con estos suprapoderes políticos, militares y financieros absolutamente concentrados en manos del jefe del ejecutivo, puede seguir hablándose de presidencia. ¿No se parece más bien esta figura todopoderosa a una monarquía absoluta? La institución presidencial y el propio concepto de República está amenazada, lo que se asoma con la reforma es una monarquía aderezada con la invocación de socialismo. 

Una revisión de la historia interna del socialismo en sus aplicaciones prácticas o socialismo real permite una lectura de ese proceso que no deja espacio para extrañezas. El texto de la reforma tiene en común con las experiencias socialistas cuatro elementos indiscutibles: el componente totalitario, el papel ideológico-político del estamento militar, el organicismo social donde se ubica al individuo como parte de un organismo y el angostamiento o virtual desaparición de la propiedad privada. 

El componente totalitario es el más obvio del proyecto constitucional, se tritura la descentralización, el presidente es el único con derecho a la reelección , máximo gerente y administrador de las reservas internacionales, sumo jefe militar y único arbitro elector en materia de ascensos militares, además habría que agregar su condición de fuente del saber ideológico fundamental indiscutible como lo exige el “Estado Socialista”, su dedo infalible ya no solo escoge los ministros, sino a los generales del ejercito, a una suerte de visires o vicepresidentes regionales y hasta el liderazgo del poder local o comunal. 

El segundo factor es el claro papel militarista que reviste el proyecto que cambia el carácter institucional de las fuerzas armadas nacionales y las convierte en una suerte de guardia pretoriana al servicio del régimen, del jefe único y de la ideología socialista. Además se consagra el concepto de “enemigo interno”, dejando el camino despejado para que participen en la persecución, hostigamiento y uso de la fuerza contra cualquier ciudadano que quién sabe por obra de cuál comité de iluminados sea declarado enemigo, lo cual por lo  visto hasta ahora, puede comprender razones que van ser desde recibir financiamiento para invitaciones a dar conferencias en el exterior hasta simplemente no ser socialistas o no compartir el pensamiento del hablachento de Miraflores. 

El gusto por la comunidad arcaica, aquella en la que el individuo es subsumido y pasa a formar parte de un organismo es ¿curiosamente? una idea que el socialismo comparte con el Nazismo. Ambos critican el individualismo y comparten el organicismo social. Esta idea aparece nítida y bien definida en el proyecto constitucional del teniente coronel Chávez. Se trata de la línea incrustada en el nuevo ordenamiento territorial, donde la comuna desplaza al individuo y al ciudadano de la posición fundante de la organización socio-política. Algunos miembros de la izquierda delirante del régimen ven allí la realización de sus nostalgias por los soviets y por las antiguas colonias hippie. Por si fuera poco el poder popular no nace del sufragio, pero como tampoco  tiene un origen divino, con toda seguridad esa norma es clave para comprender cómo tal poder estaría funcionalizado y mediatizado a los reales designios del monarca. De ese modo el tan cacareado poder comunitario y socialista se desvanece ante la gran carcajada del déspota de turno. 

El cuarto elemento común a las experiencias del socialismo real es el arrinconamiento y virtual desaparición de la propiedad privada. Los venezolanos sólo tendrían derecho a la propiedad sobre los bienes de uso y consumo y medios de producción legítimamente adquiridos, pero pierden el derecho consagrado en la constitución del 99 a disponer de sus bienes. De modo que se instauran otras formas de propiedad social, pero la propiedad privada en la práctica desaparece, por cuanto a las limitaciones ya impuestas por el interés social se suma ahora que el ciudadano no puede disponer plenamente de “lo suyo”. Así se le asesta un golpe seco a la propiedad privada, a la libertad individual y a una de las bases de un sistema republicano y democrático, al tiempo que se abre paso al reciclaje de una experiencia histórica colapsada, fracasada, que sólo sirvió para atragantar a los Estados de gigantismo económico, sumió en la pobreza a poblaciones enteras y desmotivó y desmovilizó la iniciativa individual creadora de riqueza en sociedades como las del Este Europeo, muchas de las cuales aún no han podido recuperarse. 

En definitiva, el proyecto constitucional instauraría de ser aprobado, una constitución nueva y paralela en coexistencia con la constitución vigente. Sería un caso inédito y extraño de dos constituciones y dos espíritus constitucionales habitando en un mismo texto y contenido de un libro llamado Carta Magna. 

Obviamente, en una lectura sintomática veríamos las contradicciones entre un Estado Republicano y un Estado Socialista, entre el lugar del ciudadano y el papel de la comuna, entre división de poderes y concentración del poder en un jefe único, entre capitalismo como base real de la economía y un proclamado socialismo sin definición, entre valores laicos y fundamentalismo socialista, entre pensamiento libérrimo y pensamiento único, entre centralismo y descentralización, entre sociedad democrática y poder despótico, entre ciudadanos a secas y ciudadanos socialistas, entre un cuerpo social plural y un bloque de poder unicéntrico y monolítico, entre límites al poder y el poder omnímodo, entre democracia y totalitarismo. Parece brotar en limpio una contradicción central que pone en lisa el concepto de soberanía: soberanía de la nación o soberanía del jefe único bonapartista. 

 Las contradicciones aflorarían por doquier hasta en los puntos más inesperados y tendrían que ser resueltas en la sala constitucional del tribunal supremo de justicia que ya se sabe por donde cojea. Se trata de un proyecto nefasto, confrontacional y megalómano-delirante. Por ello, ante la encrucijada histórica que tiene Venezuela, ya no hay tiempo para discusiones estériles sobre si se precisa una constituyente o si se adopta la abstención de resultados tristes. Hay que salir a disputar el poder en la calle y en el espacio público, hay que enfrentar en todos los terrenos ese proyecto constitucional totalitario que entronizaría ad eternun al gobierno más depredador de cuantos ha tenido Venezuela. El proyecto-así lo han dicho ellos- es un bloque, pues hay que salir a castigarlo en bloque, impugnarlo desde el lugar del gran rechazo y votar por su NO aprobación cuando sea.

angelferepist@cantv.net

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  Profesor-Investigador en Epistemología y Filosofía


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