Si
alguna duda quedaba sobre la naturaleza del régimen que se
enseñorea en Venezuela, éstas han sido despejadas por el
contenido de las últimas proclamas del adalid de la
revolución. Ya no hay lugar para especulaciones, ni para
esperanzas utópicas ni para el entusiasmo optimista por el
futuro. Fuera de juego el discurso retórico que con fe
quimérica tensaba su apuesta en un horizonte socialista
deslastrado de las viejas palabras y prácticas inherentes a
las formas caducas de modelos fracasados y abortados por la
historia. Ya han sido definidas las líneas maestras del
llamado socialismo del siglo XXI.
No hay lugar para escarceos de ocasión. A veces el lenguaje
del poder les ahorra el trabajo a los teóricos. El discurso
directo del presidente, no exento de escatologías, ha
dibujado los rasgos centrales de su modelo socialista
condensado en ideas fuertes como partido único, reelección
indefinida, el Estado tragándose la economía con una ola de
nacionalizaciones, despojo de la autonomía del Banco Central
para dar mayor control al gobierno para financiar gasto
público, la asamblea nacional reducida a un elemento
decorativo con el otorgamiento de una habilitante al
presidente para leyes revolucionarias que entre otras cosas
creará el andamiaje para eternizarse en el poder, promoverá
una nueva organización política territorial que implica la
supresión de gobiernos locales en beneficio de un poder
comunal que haría realidad el planteamiento de Ceressole de
un tubo directo de comunicación entre caudillo y pueblo y,
como corolario, una nueva ley de seguridad y defensa
nacional que tiene como meta instaurar un esquema punitivo
de “vigilar y castigar” a la disidencia política.
El ungido del poder ha agregado además ingredientes
teológicos a su proyecto. Le ha regalado una suerte de
oráculo a la conferencia episcopal. Ahora, nos estamos
enterando de que el socialismo tipo siglo XXI está en Marx.
El socialismo siglo XXI nace en el siglo XIX. ¿Y no era éste
el modelo desgastado y abortado por la historia en países de
Asia, Europa del Este y Unión Soviética? ¿No y que se iba a
transitar hacia un nuevo socialismo, más o menos inédito?
Pues bien, estas interrogantes se contestan por si solas, el
modelo definido por Chávez repite y recicla las formas
caducas que han llevado al enervamiento a las economías de
los países donde se han instalado acompañadas por una
estructura de poder totalitaria que ha sido fuente de la más
brutal indefensión de la ciudadanía.
Pero además la ambición y la voluntad de poder hasta los
excesos del delirio pretenden implantar una suerte de
hegemonía cultural en Venezuela. Es allí donde está la
explicación de los ataques a la iglesia, la nueva ley de
educación que se proponen orientada hacia la supresión de la
pluralidad y diversidad en beneficio de un pensamiento único
centrado en la obediencia y en la extirpación de la crítica
y la extensión de los controles sobre el deporte e incluso
hasta de las más modestas instituciones artísticas. El punto
nodal es la imposición de valores llamados revolucionarios
en eras de un proyecto político personalista, autoritario,
eterno que además está bendecido por la palabra sacro-santa
e indiscutible de Marx y Lenin. Quién no esté de acuerdo no
es ciudadano, sólo enemigo de la revolución.
En su último discurso de ascensión al poder dejó entrever
que era algo así como depositario de la voluntad popular en
curso constituyente. En verdad esto no se le hubiera
ocurrido ni a los más fanáticos teóricos del absolutismo.
Rousseau le hubiera contestado: “Desde el momento en que
existe un amo, el soberano ya no existe”.
Sin embargo, pese a todo, estimo que el proceso en marcha de
radicalización abre nuevos “ chancees” a la oposición
política. Ello, por supuesto, no es automático. Demandará
obviamente que los actores democráticos libren una ardua
batalla en cada tema de cara a la conquista del espacio
público. Se tratará en este caso de desmontar a fondo el
tinte totalitario inherente al proceso para alimentar formas
sistemáticas de resistencia organizada. Pero está claro que
el juego está abierto, no se puede dar paso a posiciones
cómodas ni al pesimismo. Este régimen pudo aprovechar para
gobernar cómodamente aletargando a la oposición con
políticas articuladas y coherentes para borrar la
ineficiencia que los ha caracterizado. Más, han escogido el
camino de la confrontación y la radicalización. Han escogido
mal.
angelferepist@cantv.net
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Profesor-Investigador en Epistemología y Filosofía
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