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PROTESTEMOS QUE ALGO QUEDA
Domingo, 20 de Octubre 2002

Escribo ésta nota la mañana del domingo previo al paro cívico nacional del 21.10 y la impresión que tengo es que dicho paro será todo un éxito. ¿Por qué expreso esto? porque considero que se han dado y se están dando de manera correcta todos los pasos previos, necesarios e inherentes a una sociedad democrática, que exige cambios urgentes en las políticas de gobierno. Comprobada y corroborada la mediocridad, la impericia y la negligencia del régimen del presidente Chávez, no solo se piden cambios, sino que es indispensable su salida del poder.

Pero urgencia, no rima con soluciones mágicas. La emergencia pasa por: las recientes marchas, protestas, la actividad de los incansables contrapoderes, los acuerdos entre los diferentes partidos de la oposición y la participación de la OEA. Juntos están dándole los primeros auxilios a la institucionalidad, con la finalidad de estabilizarla y permitirle a ésta que ingrese con signos vitales al quirófano democrático. De esa manera, alejaríamos de la cabeza - o bolsillo - de unos y de la cachucha de otros, la idea loca de un golpe de Estado.

Fíjense como la semana pasada, muchos analistas resaltaban el hecho que la opinión internacional comenzaba a entender mejor el caso Venezuela. Sin embargo, soy de los que considera, que el avance notorio se ha producido dentro de nosotros mismos, en el seno de la propia sociedad venezolana; que parece estar dejando de una vez por todas de un lado las soluciones de facto, convenciéndonos la mayoría, que de la protesta algo queda.

Así, desembocamos en otro paro cívico nacional, que será de enorme contribución a ese calendario democrático que nos hemos impuesto todos aquéllos que deseamos vivir en libertad y democracia. Rogando, que en ésta oportunidad no salga ningún militar en la TV al estilo de cuanto vale el show cívico-militar. El martes 22.10 amanece bonito, y el horizonte democrático se ve mucho más despejado. En lo sucesivo, resta que la Asamblea y sus diputados salgan de su letargo, de su indolencia y sordera democrática. Estos, tendrán que traducir el clamor de las mayorías y para ello no necesitarán de traductores; sino simplemente de voluntad y coraje político.

luisdelion
© 2002