Desde la Asamblea Nacional
EL CNE

Juan José Caldera

La semana pasada, Elías Pino Iturrieta expresó en un diario de circulación nacional que "hasta los avezados políticos de la Coordinadora manifestaron su conformidad y aún su entusiasmo" por la designación del actual Consejo Nacional Electoral. Creo tener derecho a recordar que, días después de esa decisión, en esta misma columna periodística manifesté mi total desacuerdo con ella y anuncié mi "voto salvado" -título del artículo- en la Asamblea Nacional, ante la posible ratificación definitiva de sus integrantes. A riesgo de ser aguafiestas, advertí que la Sala Constitucional del TSJ había destituido al CNE designado por el Poder Constituyente sin tener competencia para ello.

El retardo en la designación del CNE por la Asamblea Nacional fue señalado como una omisión que debía ser subsanada por el Tribunal Supremo de Justicia, pero, ante las protestas del legislativo, la Sala Constitucional se cuidó de alegar que sólo haría una designación provisoria y no la definitiva que correspondía al parlamento. Luego no podía hablarse en realidad de la existencia de un vacío que iba a llenar el tribunal, ya que el país tenía un Consejo Nacional Electoral provisional designado por el Poder Constituyente que se encontraba en funciones. Ese CNE gozaba de la misma legitimidad que los otros poderes públicos y no podía ser destituido por la Sala Constitucional como efectivamente hizo.

En sentencia del 18 de noviembre de 2002, la misma Sala Constitucional declaró por unanimidad que tocaba a la Constituyente "designar provisoriamente a los cinco integrantes del referido ente comicial hasta que la Asamblea Nacional hiciera los nombramientos definitivos". Pues bien, el alto tribunal desconoció posteriormente su propia sentencia e ignoró la legitimidad de un acto constituyente al destituir de hecho al Consejo Nacional Electoral existente, sin tener facultades para ello, en lugar de designar el quinto rector que faltaba para completarlo como lo había solicitado la mayoría oficialista de la Asamblea Nacional, en Acuerdo publicado en la Gaceta Oficial del 27 de noviembre del mismo año.

Para hacer la designación del CNE, la Sala Constitucional aplicó el criterio del dos-dos-uno violando el encabezamiento del artículo 296 de la Carta Fundamental, según el cual "el Consejo Nacional Electoral estará integrado por cinco personas no vinculadas a organizaciones con fines políticos". Lo admitió tácitamente en su discurso Iván Rincón, presidente del cuerpo, cuando expresaba a los nuevos rectores que estaba "prohibido equivocarse" y señaló: "quiero pedirles... que se olviden de las fuerzas políticas que representan". Es el mismo error que se había cometido en la Asamblea Nacional al pretender elegir dos del gobierno, dos de la oposición y un independiente. Nosotros desaprobamos ese criterio en el seno del parlamento.

Al obviar el mandato constitucional y legal de elegir quince rectores desvinculados en su totalidad de las organizaciones con fines políticos, la Sala Constitucional del TSJ hizo descansar la autonomía y el supuesto equilibrio del nuevo organismo en la persona de su presidente. El doctor Francisco Carrasquero, cuyos méritos fueron ponderados por calificados personajes de la vida nacional, expresó luego de su elección que no era "del gobierno ni de la oposición" y ofreció que el CNE se iba "a desenvolver normalmente, como lo exige el país, sin presiones, ni dependencia, ni sujeción a ningún organismo". Pero ha defraudado por completo a Venezuela, evidenciando un tres-dos en lugar del supuesto dos-dos-uno prometido, y ha condenado así históricamente la cuestionada decisión del alto tribunal.

¿Cuánto pesa la renuncia de Milos Alcalay?

Luis De Lion

No se trata de una piedra en el camino de la tan celosamente cuidada imagen internacional de Hugo Chávez, sino de una ardiente barricada la decisión del embajador Milos Alcalay, de renunciar a su cargo en virtud de la represión practicada en los últimos días en Venezuela.

Alcalay, a través de una muy clara y bien elaborada posición, logró captar la atención de los medios -que no son pocos- destacados en la sede de la ONU en New York. Menos mal, que no fue el caso de las infelices declaraciones, cargadas de "habemos" y "hubieron" que diera el joven secretario de prensa de la embajada venezolana en Washington, Andrés Izarra, tratando de explicar lo inexplicable.

La mediatizada renuncia de Alcalay se oyó y se vio hasta en Kabul, pasando por América de Norte a Sur, y anoche en Europa muchos ministros y diputados de la Unión se durmieron con la imagen de un Alcalay, quien a través de CNN international y por la propia BBC world detallaba las razones por las cuales renunciaba a su cargo.

Así las cosas, hoy en la mañana, un amigo que trabaja como consejero en el Quai d'Orsay, me contaba que en la redacción del diario Le Figaro, amanecieron dando carreras, luego de haber hecho el ridículo al publicar el día anterior -4 de marzo- una nota titulada "L'opposition veut pousser Chavez à la répression" escrita por una enviada "muy" especial a Caracas.

Le Figaro, robándole las ideas a Le Monde Diplomatique, ¿quién lo hubiera imaginado?, un truc de fou, comentaba muy sonriente mi amigo. Luego me dijo; fíjate como son las cosas -sin ocultar un fino humor negro- con lo ocurrido en Haití, yo estoy sorprendido de constatar que los medios franceses, aún los de derecha, no se habían dado por enterados de que Francia había decidido jugar en el ámbito internacional un nuevo rol, al lado de los Estados Unidos, buscando así dejar atrás el encontronazo de la guerra en Irak.

Tiene razón mi fuente, nadie parece haber notado que fue Francia quien primero consideró que el "democráticamente" electo presidente Aristide, debía partir, e inmediatamente Estados Unidos le tomó la palabra a Dominique De Villepin, y juntos precisaron a la ONU, cuyo Consejo de Seguridad aprobó de manera expedita la resolución para el envío de una fuerza internacional a Haití. Eso se llama, pleno ejercicio del derecho de injerencia, y a toda velocidad.
Dicho esto, me pregunto, si estarán al tanto de estos giros en el accionar coordinado de Francia y EEUU, ciertos colegas de Milos Alcalay, como Roy Chaderton y Alfredo Toro Hardy, por sólo nombrar dos.

Cabría preguntarle a Chaderton, en virtud de que ahora vive en la misma ciudad que yo, y a lo mejor, hasta me oye o me lee: ¿no cree usted que está aún a tiempo, para abandonar a este gobierno represivo, que amenaza los derechos civiles y políticos de los venezolanos, tal y como dijo su colega Alcalay?

Igualmente, el embajador Toro Hardy. Usted que está en Londres y puede que también me oiga o me lea; usted que fue mi profesor y actualmente le sirve a un gobierno que como dijera el ahora universalmente conocido Milos Alcalay, en perfecto inglés a la BBC: "Rob Venezuelans of the right to affect change through the democratic process". Dicho esto, embajador Toro Hardy ¿está usted con su silencio dispuesto a convalidar todo lo que está sucediendo en Venezuela? En 1991 usted escribió un libro titulado "La Maldición de Sísifo", ¿pretende usted ahora protagonizar dicha historia?

http://www.luisdelion.net/-



 

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