Como si en Venezuela no hubiese
sido suficiente la experiencia sufrida durante la primera
administración de Carlos Andrés Pérez (CAP), entre 1974 y
1978, donde se gestó el principio del fin de la estabilidad
monetaria y financiera de la economía venezolana, Hugo
Chávez reitera de nuevo, con un fracaso totalmente
previsible, un modelo económico basado en el rol avasallante
del Estado en la economía. Ciertamente, CAP procuró
aprovechar la favorable coyuntura de precios petroleros
excepcionalmente elevados a partir de 1974 para impulsar un
esquema económico fundado en la creación de compañías
públicas en alianza con el capital internacional para el
desarrollo de las llamadas empresas básicas de Guayana, en
el estado Bolívar. Al concluir 1978, último año de su
gestión, Venezuela se hallaba cerca de un colapso no visible
a primera vista, con sendos déficit en sus cuentas fiscales
y en el sector externo y además fuertemente endeudada. En
medio de la bonanza que vivía Venezuela, algunos alertaron
sobre el macro Estado que se estaba configurando y su
inviabilidad en un futuro no muy lejano. Ese futuro sombrío
se perfiló en 1978 pero la crisis no se materializó debido a
que en febrero de 1979 estalló la revolución islámica en
Irán y los precios petroleros se duplicaron con lo cual la
crisis se pospuso pero no se resolvió. Ésta cobraría a
Venezuela con intereses moratorios en febrero de 1983, en la
forma de devaluación del bolívar y el establecimiento del
control de cambios, lo que hizo CAP y lo que dejó de hacer
Luis Herrera Campíns.
Hugo Chávez cree haber
descubierto la pólvora al ensayar de nuevo con un sistema
económico basado en el estatismo todo ello disfrazado de
empresas socialistas, que en realidad no son otra cosa que
empresas del Estado donde se finge la participación de los
trabajadores. La parodia es tal que una compañía como la
CANTV, que ahora es propiedad del Estado en su casi
totalidad se dice que es socialista, mientras que
anteriormente había miles de trabajadores y ciudadanos
comunes y corrientes que detentaban la posesión de esa
empresa. El frenesí nacionalizador del gobierno no parece
tener límites y cada semana se anuncia una nueva entidad
estatal en una carrera alocada hacia un Estado todopoderoso
que por el hecho de ser más grande ello no lo hace más
eficiente sino todo lo contrario. Con las nuevas
adquisiciones y fundación de empresas, lo que tenemos es una
redenominación sin que se haya producido cambios
sustanciales, como se aprecia en el cuadro anexo.
Empresas del Estado
Nombre anterior |
Nombre actual |
Viasa |
Conviasa |
Indulac |
Lácteos Los Andes |
Corpomercadeo |
Mercal |
Conahotu |
Venetur |
Con un precio del petróleo que
raya los cien dólares por barril, Hugo Chávez piensa que
encontró la fórmula para financiar un conglomerado de
empresas del sector público que sin ninguna duda ya está
haciendo crujir las finanzas nacionales porque no existe
presupuesto que aguante la presión de gasto de un Estado
como el venezolano, que a parte de ser sumamente
ineficiente, está carcomido por la corrupción. De esta
manera el gobierno venezolano en lugar de atender la
inversión con mayor rentabilidad social que es la realizada
en salud y educación, ha optado por descuidar estas áreas
fundamentales para emprender la fabricación de yogures, la
venta de alimentos, la elaboración de camisas, entre otros
bienes, que fácilmente pueden ser realizadas por el sector
privado.
Tal vez de lo que no se ha
percatado Hugo Chávez, es que mientras más se amplía el
Estado, él se está transformando al mismo tiempo en el
principal patrono de Venezuela y por tanto va a tener que
lidiar con la conflictividad que lleva aparejado una
economía inflacionaria y el hecho de convertirse en patrono.
Así, el Estado en sus ansías de crecer puede tener flotas de
nuevos aviones, plantas manufactureras modernas, pero es
incapaz de prestar servicios de calidad a sus ciudadanos y
remunerar decentemente al personal que labora en las
actividades vitales para el progreso de un país. Por ello,
entre otros factores, se observa en Venezuela diferencias
abismales de salarios, por una parte entre profesionales
como los médicos, los profesores y maestros y por la otra,
los jefes de empresas públicas deficitarias, que aunque
arrojen pérdidas, sus directivos tienen altas
remuneraciones. Al igual que cuando CAP, esta coyuntura
petrolera envidiable para Venezuela encuentra al país con
una acumulación de deuda pública importante, signo y síntoma
de un manejo irresponsable de la política económica.